Las diferencias en las remuneraciones salariales son una de las causas de la ampliación de la desigualdad en la distribución de la renta que ha tenido lugar en muchas economías desarrolladas en las dos últimas décadas. De ella dio cuenta la OCDE con datos hasta 2008. La crisis ha ensanchado notablemente las diferencias, de la mano no solo del elevado desempleo, sino también de las devaluaciones salariales. España es uno de los casos más explícitos de Europa. La otra causa que explica la creciente desigualdad es el diferente comportamiento de las rentas provenientes del trabajo y las originadas por el capital. La expansión de estas últimas es evidente a medida que se asienta la recuperación del crecimiento económico, pero no ocurre otro tanto con los salarios. En especial de aquellos trabajadores con menor cualificación o los que han sido empleados recientemente. La precariedad está acompañada de salarios medios por hora trabajada más bajos que, junto a las ganancias de productividad derivadas del menor empleo, ayudan a explicar la caída de los costes por unidad producida y, en consecuencia, el repunte de los beneficios en muchas empresas.
La evolución de esas diferencias es más acusada cuando se contrastan las remuneraciones en el seno de las mismas empresas entre los profesionales que ocupan posiciones directivas y el resto de los trabajadores. El informe que se presenta en este suplemento da buena cuenta de ello. Las posiciones de alta dirección o las relativas a los consejos de administración han sufrido, en promedio, menos que el agregado de los salarios de las mayorías de las plantillas. Las remuneraciones de consejeros y altos directivos crecieron a una tasa de dos dígitos en 2014, mientras que las de la mayoría de los empleados siguieron cayendo. En las empresas cotizadas la diferencia es notable, sin que existan elementos que permitan anticipar la reducción de esa desigual variación.
Los componentes retributivos asociados al cumplimiento de objetivos, los denominados bonus, que suelen variar con los beneficios generados o cualquier indicador de generación de valor en las empresas, son de aplicación en la mayoría de las empresas a los directivos, mientras que el resto de los empleados que contribuyen a esos excedentes quedan fuera de ese componente de retribución variable. El resultado no puede ser otro que la ampliación de la brecha entre los mejor pagados y el resto.
La agudización del contraste retributivo no favorece la productividad y mucho menos la necesaria cohesión en el seno de las plantillas. No constituyen mecanismos de estímulo o de incentivación, sino todo lo contrario. Pueden acabar distanciando los objetivos de la mayoría de los trabajadores de los que persiguen los propietarios, los accionistas. Y en no pocos casos es difícil de justificar en términos de creación de valor. Solo encuentran explicación a tenor del diferente poder de negociación de unos y otros.
No son pocos los estudios que subrayan las amenazas a la estabilidad del propio crecimiento económico que genera la desigualdad excesiva. Las tensiones sociales y la desafección respecto del propio sistema económico son costes que deben tenerse en cuenta.
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