Cuando a finales de 2008 el Ejecutivo presidido por Hu Jintao intuyó los efectos devastadores que podría tener la crisis financiera internacional en su país no se lo pensó dos veces y respondió de forma contundente: aprobó un plan de estímulo valorado en 4 billones de yuanes (462.000 millones de euros de entonces). La economía china rebotó y volvió a situarse a una velocidad crucero de cerca del 10% anual, un ritmo al que el mayor país en vías de desarrollo del planeta se había acostumbrado gracias a la fórmula mágica de sueldos bajos y el tirón de sus exportaciones.
Siete años después, China vuelve a acercarse a los niveles de crecimiento registrados durante estallido de la crisis. La Oficina Nacional de Estadísticas anunció este miércoles que el gigante asiático creció un 7% interanual durante el primer trimestre del año,una cifra tres décimas menor a la registrada en los últimos meses de 2014 y que confirma la ya inexorable "nueva normalidad" del país, basada en un menor crecimiento económico pero teóricamente más sostenible a largo plazo.
La respuesta a esta situación difícilmente será la misma que en 2009. China pretende virar hacia un modelo impulsado por la demanda interna y el sector privado, y un nuevo plan de estímulo masivo estatal no cuadraría con esta voluntad. Las autoridades defienden que una tasa de crecimiento del 7% está en línea con el objetivo establecido para 2015 y debería ser suficiente para crear los puestos de trabajo necesarios en una economía que, al estar cada vez más orientada hacia el sector servicios, requiere menos velocidad."Existe evidencia suficiente para decir que la presión a la baja sobre el crecimiento se ha incrementado de forma considerable", asegura el profesor de Economía Aplicada de la escuela de negocios Guanghua, Chen Yuyu. De hecho, indicadores como la producción industrial, las ventas al por menor o la inversión inmobiliaria están en mínimos históricos y la amenaza de la deflación sigue muy presente.
Sin embargo, el menor crecimiento que se observa trimestre a trimestre preocupa al Gobierno por su posible impacto en los niveles de empleo, el garante de la estabilidad social en China. "El gran desafío de las autoridades es diseñar un freno gradual que permita manejar los riesgos internos, como la deuda de las administraciones locales o el enfriamiento del mercado inmobiliario", aseguró el lunes el economista jefe del Banco Mundial en la región, Sudhir Shetty.
Muchos analistas se preguntan si el gigante asiático será capaz de mantener este ritmo durante los próximos nueves meses. "La desaceleración podría continuar durante el resto de 2015 y detenerse ligeramente a finales de año", augura Chen, que pronostica nuevos movimientos del Banco Popular de China (PBOC) para evitar que el crecimiento se agudice y caiga hasta niveles peligrosos. El organismo ya ha relajado la política monetaria en varias ocasiones, bien mediante el recorte de los tipos de interés o la bajada del coeficiente de caja de los principales bancos, unos estímulos que no parecen haber surtido el efecto deseado.
El primer ministro chino, Li Keqiang, advirtió este martes de "las cada vez mayores dificultades" a las que se enfrenta la segunda economía mundial. En marzo dijo disponer de "muchas herramientas" para actuar si fuera necesario, pero en esta ocasión tendrá que medir el alcance de su respuesta. La receta usada en 2009 funcionó, pero a costa de un aumento de la deuda de las administraciones locales que se ha convertido en uno de mayores riesgos financieros a los que se enfrenta el país en la actualidad.
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