Donald Trump y Alexis Tsipras no podrían ser más diferentes. Trump es el famoso septuagenario estadounidense cuya fortuna la revistaForbes calcula en más de 4.000 millones de dólares (“¡Mentira! ¡Tengo más de 10.000 millones!”, dice él). Tsipras, de 40 años, es el líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza) y primer ministro de Grecia. Mientras las opulentas mansiones de Trump reciben amplia cobertura en los medios, Tsipras vive en un modesto apartamento en un barrio popular de Atenas. Uno ostenta sus riquezas y el otro denuncia la desigualdad.
Últimamente, Tsipras y Trump han acaparado la atención del mundo. Tsipras lidia con la catastrófica crisis de su país y Trump aspira a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano. Tsipras acudió a la Unión Europea pidiendo inmensas cantidades de dinero para la economía griega, al mismo tiempo que intentaba evitar las reformas económicas que exigen sus acreedores y que él había prometido no hacer jamás. Así, el primer ministro griego se las ha arreglado para enfurecer tanto a los líderes europeos con quienes negocia como a millones de griegos que le creyeron cuando prometió que acabaría con las medidas de austeridad. Tsipras tampoco dudó en exigirle al Parlamento de su país que refrendara decisiones que unos días antes él mismo había denunciado como “medidas criminales” impuestas por “terroristas financieros”.
Y en esto de enfurecer a la gente Donald Trump no se queda atrás. Ha enfurecido tanto a los líderes del Partido Republicano como a millones de mexicanos y, en general, a los latinos, que hoy constituyen el 17% de la población de Estados Unidos. Afirmó, entre otros disparates, que EE UU debió haber invadido México en vez de Irak, y que de llegar a la presidencia obligaría al Gobierno mexicano a pagar la construcción de un muro a lo largo de los más de tres mil kilómetros de frontera que hay entre EE UU y su vecino del sur. ¿Para qué? Pues para impedir la llegada de mexicanos que, según Trump, “nos traen drogas, nos traen crimen, son violadores…” El aspirante a la presidencia también ha dicho: “Los mexicanos se están riendo de nuestra estupidez… y ahora nos están ganando económicamente. Créanme, ellos no son nuestros amigos. Estados Unidos se ha convertido en el basurero donde los demás tiran sus problemas”. Los líderes del Partido Republicano ven con horror cómo Trump está alienando a los latinos, cuyos votos son esenciales para ganar elecciones.
Las reacciones a estas y otras tantas provocaciones de Trump no se han hecho esperar. Varias empresas le rescindieron sus contratos; un alud de editoriales lo denunciaron y hasta republicanos como Jeb Bush y Marco Rubio lo criticaron. Rigurosos estudios recientes demuestran que las afirmaciones Trump se basan en premisas equivocadas y datos falsos. Un informe del Consejo Americano de Inmigración demuestra que los inmigrantes (legales o no), independientemente de su país de origen o nivel educativo, tienen menores tasas de criminalidad que los nacidos en EE UU y que en los periodos donde aumenta la inmigración las tasas de criminalidad disminuyen. Nada de esto le ha importado a los votantes. Según las encuestas, Trump ocupa el primer lugar entre los 15 aspirantes a la candidatura presidencial por ese partido. Su equivocada posición sobre la inmigración rinde dividendos.
Algo parecido le ha pasado a Tsipras. Su incompetencia y promesas incumplidas lo deberían haber hundido, pero hasta ahora no ha sido así. Si bien seguramente quedará marcado por su oportunismo e ineptitud, la inmensa torpeza de sus adversarios europeos le está salvando.
Los números y premisas en los que se basa el acuerdo que tuvo que firmar Tsipras son tan falsos como los que usa Trump para apoyar las barbaridades que dice. El primer ministro ha dicho que aceptó el acuerdo porque le pusieron un cuchillo en el cuello, pero que no cree en lo que firmó. El Fondo Monetario Internacional considera que el acuerdo no será viable y Wolfgang Schäuble, el ministro de Finanzas de Alemania, opina que Grecia estaría mejor sin el acuerdo y saliendo de la eurozona.
Lo más grave de todo es que Tsipras y Trump simbolizan dos cuestiones de enorme importancia para la humanidad: cómo rescatar una economía que se descarrila y cómo manejar el reto de la inmigración. Ambos son problemas complejos, y reducirlos a afirmaciones simplistas sobre austeridad o sobre la criminalidad de los inmigrantes impide la búsqueda de alternativas viables, sostenibles y razonables. El magnate estadounidense y el activista griego han embarrado el debate mundial sobre temas cruciales.
Donald Trump no llegará a la presidencia de EE UU y Grecia no cumplirá con los compromisos que ha adquirido. Pero Tsipras y Trump quedarán como los protagonistas de dos farsas imperdonables.
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